lunes, 5 de marzo de 2012

Un compañero más, " El antifaz".

El día 27 de Febrero hicimos la tercera clase práctica. Sin duda alguna, y desde mi punto de vista, hasta ahora fué la clase más interesante, relajante y divertida. Después de un calentamiento con juegos por parejas de mucha fuerza, iniciamos la sesión con el tan esperado antifaz. Digo esperado porque tenía una gran incertidumbre por saber lo que íbamos a trabajar con él. 

En la primera actividad un miembro de la pareja debía de colocarse el antifaz, y el otro compañero tenía que guiarlo por una parte del gimnasio. Se podía guiar de la mano, o de cualquier parte del cuerpo, pero intentado ser dulce y muy sutil. Yo fui la primera en guiar a Miguel y la verdad es que fue muy divertido, ya que notaba en él un poco la falta de confianza, por su rostro y por sus lentos pasos. Aunque poco a poco se notaba que iba soltándose. Por mi parte, intentaba guiarle con una gran delicadeza (que era de lo que se trataba), aunque había momentos que me daba la risa.En la siguiente actividad, debíamos de guiar a los demás compañeros. Y la verdad es que fue muy interesante, ya que cada uno de ellos te ofrecía un gesto diferente, un movimiento drástico o muy relajado. Las sensaciones fueron muy diversas: por sus cambios de temperatura en las manos, su respiración e incluso el olor corporal o de la ropa.Luego fui yo la que me tape los ojos con el antifaz. Al principio notaba en mí la falta de confianza, ya que tenía un poco de miedo al tropezar o al caer. Pero poco a poco esa sensación desapareció. Llegue a sentir una libertad absoluta, un placer inexplicable en el que de repente note que me dormía totalmente, pero podía continuar caminando. Era una sensación increíble. Al principio solo me guiaban con la mano pero luego de la espalda, los hombros, la cintura… al final necesitaba ese contacto, necesitaba volar. 
Para mi parecer, la última actividad fue impresionante. La hicimos con la música del pianista Wim Mertens. Nosotros debíamos de colocarnos el antifaz y dejarnos caer al suelo. Cuando sonara la música, debíamos de intentar movernos con ella por todo el gimnasio o hacer lo que sintiéramos en ese momento. Personalmente, cuando empezó la música, era como si todos los pensamientos desaparecieron de mi mente y solo quedaron en mí los sentimientos. Solo necesitaba moverme como las teclas de un gran piano negro. Es el único pensamiento que tuve. Note una gran libertad y tranquilidad en mí.Ya he recomendado a mi círculo de amistades esta actividad.